Todavía estamos a tiempo del Toledo que soñamos
A nadie se le escapa que una economía, cuya base principal
es el turismo, supone un alto riesgo. Basta un elemento de inestabilidad para
que el sector pase por grandes dificultades, o se hunda. Así sucedió, por
ejemplo, con los países de la primavera árabe, durante las revueltas sociales entre
2011 y 2013, o con el incremento del terrorismo, que se produjo un trasvase
importante de visitantes de países como Túnez, Turquía o Egipto, a destinos más
seguros. Aunque con menor incidencia, la ola de atentados terroristas en variascapitales europeas, también supuso un descenso importante de visitantes a esos
lugares. España ha sido, junto a Italia, uno de los países más beneficiado, y
vive, desde entonces, un momento dulce, un pico alto de visitantes debido a la
captación temporal de viajeros que han dejado de contratar sus vacaciones en
esos países con dificultades aunque, como podremos suponer, la situación es
algo coyuntural.
En algún momento los países que perdieron turistas empezarán
a recuperarlos y, en todo caso, cualquier factor de inestabilidad política que
afecte a nuestro país puede, de la noche a la mañana, hacer que se pase de una
situación favorable, a otra de dificultades. Por lo tanto, desde esta perspectiva,
sería recomendable que la economía de un país, una región o una ciudad, no se
fundamente en exclusiva, o principalmente, en el turismo.
Por otro lado, aunque se ha señalado que el turismo está
siendo el motor de la recuperación económica del país, no se explica el coste que esto está teniendo, ya que los beneficios están fundamentados,
principalmente, en una precariedad laboral brutal, y, en el caso del turismo
cultural, en unos daños colaterales, producto del incremento descontrolado del
número de turistas, que empiezan a
adivinarse, y que hacen pensar en un posible colapso del sistema a corto plazo.
El crecimiento continuado del número de visitantes está
afectando negativamente a los núcleos urbanos más atractivos para los viajeros,
y como consecuencia, a sus habitantes En todo el mundo los problemas son los
mismos. En ese “consumo” abusivo de la ciudad, lo tradicional es sustituido por
negocios de multinacionales, la artesanía prácticamente desaparece al
abastecerse los comercios de productos “artesanales” fabricados en países
asiáticos, mucho más baratos, se produce
un aumento del precio de los alquileres al preferir sus propietarios, en base a
los beneficios, alquilar sus viviendas para el turismo, las tiendas que
permiten la vida diaria como son la panadería, la peluquería, la frutería, el
ultramarinos, son sustituidas por tiendas de merchandising, la mayoría
vendiendo productos que nada tienen que ver con la historia local (bolígrafos,
cuadernos, auriculares, alfombras para ratones, espadas toledanos
hechas en China, o baratijas suministradas en el polígono Cobo Calleja), los
espacios públicos son ocupados por
terrazas para turistas, grandes masas de visitantes circulando a todas horas
por sectores muy concretos de la ciudad, se produce un desgaste en los
monumentos, y un incremento del coste de los servicios (por ejemplo más
necesidad de limpieza, conservación y mantenimiento, señalización, policía, etc.,) que debe ser
pagado por los vecinos locales.
Todo ello hace que se deteriore la ciudad. La vida del vecino se ve alterada y
dificultada, y como consecuencia los habitantes que dan vida y autenticidad, a
los núcleos históricos, son expulsados. Simultáneamente el
aumento continuado del número de turistas convierte la experiencia de
estos mismos en algo cada vez menos placentero, al tener que guardar grandes
colas, competir con otros para obtener una mesa donde comer, o experimentar el
mal humor, creciente, de los vecinos hacia ellos. El “deterioro del producto” hace que sea
necesario abaratar precios para seguir manteniendo el atractivo, y como
consecuencia reducir salarios en proporción, en una rueda infernal,
insostenible, en la que todos saben su fin, pero de la que nadie parece saber
escapar. A pesar de esta realidad, los hipócritas, siguen hablando de "turismo sostenible". ¡Qué baratas salen las palabras!
La crisis económica ha hecho que crezca enormemente la
precariedad laboral. El aumento de la temporalidad, la subcontratación, la
flexibilidad y los salarios basura son
hoy la norma, en un contexto en el que la necesidad hace que se acepte
cualquier tipo de empleo, con tal de ingresar algo de dinero. La tan cacareada
recuperación económica de España, con base en el motor económico del turismo, tiene
su contrapunto en que la misma, es posible gracias a la precariedad laboral que
se da en el sector, como en ningún otro. Además, los trabajadores se ven
afectados por la alta estacionalidad, que lleva prácticamente a la hibernación
en los meses invernales, y en los destinos de interior, a una bajada importante
de negocio en los meses más calurosos del verano, y por lo tanto, a una alta
tasa de temporalidad, y como consecuencia al consumo de subsidios de desempleo,
cuando se genera derecho, que en general lleva dos años conseguirlo. El trabajo
con salarios de miseria, y esa falta de continuidad, hace que estos trabajos
sólo sean aptos para jóvenes o personas que no tienen responsabilidades
familiares o viven con los padres, ya que es imposible planearse un futuro en esas condiciones.
A nivel local, sin embargo, los responsables políticos
siguen exhibiendo como triunfos personales el incremento mes a mes y año a año,del número de visitantes y pernoctaciones. El lobby comercial-hostelero recibe
una atención exquisita, mientras que los vecinos son poco tenidos en cuenta, u
olvidados. Parece que el mantra de la generación de empleo en el sector
turístico, o que Toledo vive del turismo, puede haber calado hondo en una parte
importante de la población, y los responsables políticos ven en ello, dado que
el número de habitantes que viven el casco histórico y que pueden verse
perjudicados es inferior, una carta en blanco para incidir en el apoyo al
monocultivo turístico de los últimos tiempos, como una parte importante de su
gestión política y de obtención de votos futuros. Ni políticos ni empresarios
parecen darse cuenta de que la ecuación puede leerse en sentido inverso: en
lugar de que los toledanos vivan del turismo, también podría decirse que la
industria turística vive de, o a costa del casco histórico, que pertenece a
todos, no a ellos. Necesitan el casco para su negocio, y como allí viven
personas, que estaban antes, y su calidad de vida debería ser la misma que la
de las personas que viven en otras partes de la ciudad, las autoridades
políticas deberían ser exquisitas con el control de estos negocios, igual que
se regula el número de bares en una zona para que pueda vivirse allí, o se
controla el humo o el ruido de determinados locales, para que no afecten a la
seguridad, el descanso o la salud. Pero parece que en este caso vale todo
con tal de que los empresarios ganen
dinero. El vecino aquí no importa, y por eso no se sientan a estudiar los
problemas o a hacer un plan de ciudad, al contrario, miran hacia otro lado, o se tapan la nariz.
Sin embargo, por mucho que quieran ponerse una venda sobre
los ojos está claro que hay un problema, y no se están haciendo nada por
atajarlo. Los medios de comunicación muestran cada día cómo en otras ciudades
se toman medidas desesperadas. Es cierto que e el problema, en otros casos, puede
ser de proporciones mayores al nuestro, pero eso no es óbice para que baste
pasearse por nuestro casco histórico, y ver, sin dificultades, que la ciudad
está sufriendo una transformación importante, para mal. Han surgido voces
llamando la atención sobre el problema que ya existe, y que se está agravando. El espacio urbano no deja de transformarse,
adaptándose para exprimir el bolsillo del turista, y los vecinos son condenados
sin juicio previo a pagar el coste de esa evolución, o a marcharse.
Teniendo en cuenta estos precedentes, ¿es necesario ahondar
más en el problema? ¿No ha llegado la hora de buscar soluciones, de sentarnos,
estudiar la ciudad que queremos para el futuro con responsabilidad, y de
planificar?
Recientemente ha surgido en nuestra ciudad el interés de una
empresa francesa, por construir en nuestro término municipal un parque de ocio.
Los responsables políticos de Junta de Comunidades (Emiliano García Page) y Ayuntamiento (Milagros Tolón) se han
lanzado sin pudor a apoyar el negocio, incluso antes de conocer el proyecto definitivo, y sin ponderar las posibles consecuencias para la ciudad. Han
presentado al negocio, como generador de empleo y riqueza, tanto para el
empresario, como para la ciudad debido al incremento importante del número de
turistas que generaría, 1,4 millones, según la empresa. Debido a que
determinadas personas han percibido que eso puede tener posibles consecuencias negativas
para la ciudad, se ha abierto un debate en la sociedad.
El negocio, principalmente por el lugar donde se quiere
instalar, un suelo rústico, no urbanizable de especial protección, tiene problemas
urbanísticos, ambientales, de seguridad y salud, y legales, todos ellos muy
graves, pero también suponen un modelo de negocio que de nuevo incide en la
precariedad laboral basada en el turismo. Además, aspira a toda una serie ayudaspúblicas, siendo un negocio cuya viabilidad empresarial y consecuencias para la
ciudad son altamente impredecibles.
Llama la atención que, en este contexto que estamos
refiriendo, de un sector altamente inestable, generador de empleo precario, y
de deterioro de la calidad de vida de los vecinos de los núcleos históricos, sin
buscar soluciones o alternativas, o sin tener un modelo de ciudad para elfuturo, se apueste por agravar el problema al introducir otro negocio turístico
más, que por su volumen, puede tener efectos impredecibles, y que en todo caso
agravará los problemas existentes. Si se cumpliesen las previsiones se metería
en nuestro casco histórico más de un millón nuevo de visitantes. Juzguen
ustedes si eso es asumible. Y todo se justifica, es decir todo vale por una
supuesta generación de empleo. Como hemos visto el empleo que se generará será
totalmente precario, sólo apto para jóvenes estudiantes sin familia que vivan
en casa de sus padres, pero es que, en términos de empleos globales, siempre
que a nuestra ciudad ha llegado a instalarse un gran centro comercial, por ejemplo, que
igualmente se vendieron como grandes oportunidades de empleo (incluso se
hicieron listas en el Ayuntamiento para que se apuntará los toledanos
prometiendo que sólo se contrataría a nativos de la ciudad, algo totalmente ilegal)
el empleo global no ha subido, e incluso
ha bajado, como consecuencia de la competencia con otros negocios locales. Lo
que ha sucedido es que los negocios y tiendas locales han tenido que cerrar, y
por lo tanto se ha producido un desplazamiento del empleo hacia las grades superficies, pero no crecimiento,
e incluso descensos. Pues bien, Puy du Fou, es una macroempresa que
fundamenta más del 60% de su negocio en la restauración y la venta en sus
tiendas, y por lo tanto entrará en clara y abierta competencia con los negocios
de nuestro casco histórico. Parece que no escarmentamos.
Ha llegado el momento de pararse a pensar en el Toledo que
queremos. En lugar de seguir complaciendo al “lobby”, los responsables
políticos deberían plantarse y, por una vez, pensar a largo plazo, y no en las
próximas elecciones. Ellos deberían liderar un debate público en el que
participaran intelectuales, instituciones, asociaciones y cualquiera que
estuviera interesado, en discutir, reflexionar y formular propuestas de futuro,
en relación a los problemas esenciales de nuestra ciudad, el turismo, sus
límites, Vega Baja, el modelo urbanístico, el despoblamiento del casco, la
recogida de las basuras, la calidad de
vida de los vecinos, en definitiva, un modelo de ciudad pactado por todos.
En tanto en cuanto llegamos a ese Pacto por Toledo, dejen de
agravar el problema, sean valientes, y dejen de huir hacia adelante y paren
este despropósito, antes que la roca milenaria se convierta en un sitio hueco y
vacío. Además de impulsar un turismo responsable y sostenible, existen otras alternativas
económicas. No se lancen a ciegas en brazos del primer charlatán que llega a la
ciudad regalando empleo y dinero a espuertas, porque casi con toda seguridad lo
único que se pretende, en estos casos, es meter la mano en el bolsillo de todos
los toledanos, y en todo caso, los costes son inaceptables. Centren sus
esfuerzos en apostar por sectores de empleo donde la temporalidad es menos
gravosa que en el sector turístico, que dan estabilidad a los individuos y a
las familias, y que por lo tanto crean sinergias de crecimiento económico.
Apuesten por la industria, desarrollen
el polígono industrial, y centren sus esfuerzos en atraer empresas que generen
empleo estable, permanente y bien remunerado.
Salgan de sus despachos, mézclense en la marea de la ciudad,
dejen a sus fotógrafos y periodistas descansando por una vez, y no hagan del
Puy du Fou un nuevo caladero de votos a corto plazo, pero la ruina definitiva
de la ciudad. Bajen, circulen, miren a su alrededor, observen, y luego vuelvan
a sus despachos, solos, a media luz, apoyen los codos sobre la mesa y sujetan
su cabeza con las manos por la sien, cierren los ojos, y sientan, con el
corazón y el cerebro, si esta ciudad que estamos creando es una ciudad sana y
amable para los vecinos.
Si no sueñan ustedes, soñaremos los ciudadanos. Todavía
estamos a tiempo de soñar.
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