LA AVARICIA TIENE UN LÍMITE, Y YA SE HA ALCANZADO. LA CIUDADANÍA DECIMOS NO
Compartimos una nueva reflexión de Juan Sánchez, en relación al reciente artículo del geógrafo Antonio Zárate "Puy du Fou, adiós Made Naturaleza", la cual compartimos plenamente.
Uno de los últimos territorios, arrinconado contra el límite del término. El resto de suelos ya los cedimos los toledanos, al permitir (dolorosamente) que fueran clasificados como urbanos, urbanizables, o rústicos de reserva. Cualquiera de estos tres tipos de suelo, con más o menos dificultades, permitiría la construcción del Puy du Fou, excepto el suelo rústico, no urbanizable de especial protección, en el que se ha fijado el empresario francés.
Aunque pensamos que existen otros motivos, además, para oponerse al Puy du Fou, como el impredecible impacto en el Casco Histórico, o el profundizar más, todavía, en un modelo de empleo precario que sólo hace que agravar la situación del empleo en nuestro país, estamos de acuerdo en que la principal, amenaza real y más próxima, es contra el paisaje que los toledanos, en su momento, a través de la decisión política, basada en informes ambientales, decidimos "preservar del proceso urbanizador".
Uno de los últimos territorios, arrinconado contra el límite del término. El resto de suelos ya los cedimos los toledanos, al permitir (dolorosamente) que fueran clasificados como urbanos, urbanizables, o rústicos de reserva. Cualquiera de estos tres tipos de suelo, con más o menos dificultades, permitiría la construcción del Puy du Fou, excepto el suelo rústico, no urbanizable de especial protección, en el que se ha fijado el empresario francés.
Los toledanos decidimos que merecerían la pena de ser conservado, porque ya dimos en tributo el resto del territorio, porque es una zona poco habitada, y por sus valores como paisaje tradicional agrario en mosaico, con manchas más o menos densas de masas vegetales, río y arroyos, y hacia el oeste un bosque continuo que debe asemejarse mucho al bosque primigenio.
Ahora, nos dicen, los mismos que decidieron protegerlo del proceso urbanizador, desdiciéndose de decisiones anteriores, que harán todo lo posible para que pueda instalarse allí un parque temático. Que su impacto va a ser mínimo o incluso mejorarán el paisaje, y nos tratan como a niños a los que se les engaña con un caramelo. Pues no señores, no estamos dispuestos a transigir de nuevo con sus antojos, con tufo a interés electoral personal. Defenderemos con uñas y dientes la poca naturaleza que nos han querido dejar. El resto lo han dejado listo para que en cualquier momento sea asfaltado y enladrillado. La avaricia de tierra tiene un límite, y el límite se ha alcanzado ya.
Señores políticos, cuénteles ustedes sus monsergas a otros. Dejen de engañar a la gente o utilizarla aprovechándose de su necesidad de trabajo, para obtener unos votos miserables. Sean consecuentes con sus decisiones, y no se vendan nuestra tierra, a la primera de cambio, al primer charlatán que les dice que él solito va a solucionar los problemas del paro y económicos de la región.
Mientras el francés viene aquí a arrebatarnos, con su apoyo, el último pedazo de tierra protegida que nos queda, en su país apoya causas que se oponen a lo mismo que aquí se vende como desarrollo y creación de empleo. Allí, en Nantes, la mayoría de la población está a favor de la construcción de un aeropuerto, mientras que una minoría defiende el paisaje, la agricultura tradicional, las zonas húmedas, incluido el señor De Villiers. La diferencia, como dice el profesor, es que él es un nacionalista que defiende la ecología de su tierra y sus paisajes íntimos franceses, y como cualquier multinacional no tiene prejuicios en destruir otros paisajes, en países extraños, para hacer negocio, porque no son los suyos.
Ustedes deberían defender su tierra, y no lo hacen, por mucho que lo griten en el día de la región. A la vista está que somos los ciudadanos los únicos dispuestos a defender nuestra tierra y nuestros "paisajes íntimos" que, aunque no se lo crea el francés, al haber topado con políticos volubles que por un puñado de votos están dispuesto a sacrificarlo, hay ciudadanos, que aman su tierra y no están dispuestos a consentirlo.
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