Recelos de CC.OO y UGT sobre el parque Puy du Fou
Algunos, en el
contexto de la crisis actual, defienden el “todo vale” en relación a la
generación de puestos de trabajo, en una postura “derrotista” ante los poderes
públicos y empresariales que han hecho del empleo precario su modus vivendi. Y
podría ser entendible esa postura, desde el punto de vista del trabajador que
lleva meses sin ingresos y en una situación desesperada. Está claro que eso no
puede ser criticable, por más que sólo haga que ahondar en el mismo problema al
poner las cosas más fáciles aún a quienes abusan de la situación. Está claro
que si todos nos plantáramos, esto no sucedería, pero no podemos pedir
milagros.
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Más criticable
es el caso de quienes defienden eso por cuestiones ideológicas. El argumento de
que flexibilizar el empleo es la única senda de la recuperación económica, ha servido
para justificar todo tipo de abusos, alcanzado un punto en el que, como decíamos
antes, hay empleos que no sólo se han convertido en empleos basura, sino
directamente en “detritus” que sólo sirven para degradar más y más al ser
humano, al hacer que éste, debido a la necesidad, pueda aceptar empleos por
pocas horas, remuneraciones de escándalo o incluso trabajo gratuito en forma de
expectativas de empleo futuro, u horas extraordinarias obligatorias y no
remuneradas. Habrá empresarios que, sin duda, esa flexibilidad ha supuesto su
salvación, sólo para mantenerse a flote, pero lo que nos parece es que un
número importante de empresas ha utilizado la misma no para salir de la crisis,
sino para enriquecerse de forma importante. La flexibilidad ha servido por
igual para “salvarse” que para precarizar todos los puestos de trabajo
posibles, sin ser necesario, y “enriquecerse” sin pudor alguno, a costa de los
trabajadores. En este sentido, algo ha fallado, al permitirse por parte de la
administración.
Las administraciones
públicas, en muchos casos, aparecen apoyando o desarrollando esas políticas de
recuperación económica en base exclusivamente al sacrificio de los
trabajadores, sin ningún tipo de límite o control para el enriquecimiento del
empresario a costa de los mismos, lo que ha contribuido a la depauperación del
empleo hasta límites de poder hablar de trabajadores pobres, pero que, con muy
poca vergüenza, exhiben como un éxito en sus políticas de creación o
recuperación del empleo, cuya único horizonte es el voto ciudadano, y no los
ciudadanos en sí mismos.
En esta línea,
los sindicatos, han tenido que claudicar, también, ante determinados aspectos,
debido a que la “mancha” del empleo precario, ha alcanzado tales dimensiones, en
la necesidad de los ciudadanos, que oponerse frontalmente a esos empleo, ha
llegado a equivaler a su “sentencia de muerte”. Si se opusiesen en redondo a
determinado tipo de empleo, tal vez no habría empleo. En este sentido
entendemos su papel de control, de que el empleo que se cree, sea el mejor
empleo posible, y creemos que cumplen su función reuniéndose con los
empresarios para, en su caso, conseguir con los trabajadores salgan lo mejor
parados posibles en este contexto.
Estamos
convencidos que es necesario, llegados a este punto, de “recuperación económica”,
de que los empleos que se creen, en el futuro, reconozcan esa tan cacareada
recuperación, y por lo tanto se vea en los contratos que se lleven a cabo. Pero
es que, por lo que estamos viendo hasta ahora, esto no es así.
Ante el caso
de Puy du Fou, las razones para estar atentos son muchas. El trabajo precario,
y la tasa de temporalidad del empleo en España son muy altas. Hasta el punto de
que la Comisión Europa ha tenido que llamar la atención a España sobre este
punto (La temporalidad en España sigue creciendo y es la mayor de Europa). El 27,5 % de los trabajadores españoles tienen un contrato temporal. Según los papeles presentados por el Puy du
Fou, los trabajadores contratados temporalmente por ellos haría que la tasa de
temporalidad en el parque estuviera alrededor del 75%. Entendemos lo que ellos
dicen de que su “tipo de negocio” funciona de esa manera, que cierran varios
meses al año. Pero es que, como en este caso concreto, para que puedan
instalarse es preciso que la “sociedad” se lo permita mediante la aprobación de
un PSI, la administración debería valorar si este es el tipo de empleo que
queremos en nuestra región para salir de la crisis. Aparte de esa “asombrosa”
tasa de temporalidad, debido al tiempo necesario para cobrar paro, hasta que el
trabajador llevara trabajando en la empresa dos años, no generaría prestación
por desempleo, sólo para aquellas personas con responsabilidades familiares. Es
lógico pensar, que con este tipo de empleo, sólo personas jóvenes, sin cargas
familiares, y que vivan con los padres tendrán interés. Después de dos años, si
siguen en la empresa y no han sido despedidos, tendrán derecho al desempleo.
Los cálculos parecen indicar que el coste en prestaciones, debido al número de
temporales, supondrá para el resto de la ciudadanía un desembolso mayor del
que supondrán los ingresos que tengan los trabajadores. Es decir, la sociedad,
estará financiando los empleos de una empresa privada.
Por último es
necesario recordar que este tipo de empleo en un contexto de competencia
económica como el que se producirá, nunca han resultado favorables para la
ciudadanía en su conjunto. Cuando aquí se instalaron el centro comercial Luz
del Tajo, o el centro comercial la Abadía, que fueron vendidos a bombo y platillo
por las autoridades políticas como importantes generadores de empleo, en el
contexto del empleo global, la realidad es que el empleo decreció. Como por
otra parte ha sucedido siempre en todos los lugares donde se han instalado. Lo
que se produce es un desplazamiento del empleo, que se concentra en esas
grandes superficies. La competencia provoca que se cierre un importante número
de negocios tradicionales que son sustituidos por otros, ahora concentrados en
los centros comerciales, con trabajadores mal remunerados y condiciones
precarias. El trabajo se ha desplazado desde un punto a otro, pero en lugar de
crecer en términos globales, han supuesto, siempre, un descenso y degradación
de la calidad del mismo. Esta es la situación en la que se encontrará Puy du
Fou, de franca competencia con los negocios turísticos toledanos. Los
visitantes se gastarán el dinero que, en principio tenían pensado gastarse en
la ciudad, en las entradas al parque de ocio, y allí, dado que los beneficios del mismo está pensado fundamentalmente en
base a los que generen las tiendas y la restauración, los visitantes se dejarán
importantes cantidades de dinero, que por supuesto no se gastarán en la ciudad.
Además, el Proyecto de Singular Interés, incluye que el uso hotelero, sea
admitido dentro del parque. ¿Por qué habrían de hacer esto si no es para
construir hoteles en el futuro? De esta manera, también entrarán en competencia
con el gremio hotelero. Es muy posible que, aunque aumentara el
número de visitantes para la ciudad (algo que está por ver), los ingresos de
los comerciantes y hoteleros toledanos descendieran de forma drástica, y de esta
forma los empleos generados en un lado, supondrían la pérdida irremediable de
otros empleos en el Casco Histórico de la ciudad.
Compartimos
plenamente la postura de CCOO y UGT de no aceptar la invitación para la visita
del parque francés, por ética y por moral. Creemos que los que han visitado el
parque de esta manera, que son personas inteligentes, saben que dicho viaje no
vale para nada, ya que una cosa es el contexto francés, y otra el español. De
nada sirve ver un espectáculo, que no dudamos que será espectacular y muy
bonito, si lo que se está discutiendo no es la calidad del espectáculo y lo
bonito que sea el parque, sino el encaje legal del mismo y de sus actividades
en el contexto español. No sabemos las circunstancias que hubo en Francia
cuando se fundó el parque, su legislación, el tipo de terrenos en que se
instaló, si se cumplió o no la legalidad, etc. Se ha extrapolado la situación
francesa totalmente a la española, cuando no tienen nada que ver, ni en la
legislación existente, ni en el tipo de contratos de trabajo que existirán en
un lado y en otro, ni en el tamaño de las instalaciones (mucho mayores allí), ni
en las espectacularidad de los espectáculos, ni el hecho de que en el parque
francés trabajen 4.000 voluntarios, ni la actitud del público español ante este
tipo de espectáculos, ni el número de posibles visitantes, ni en la disponibilidad de agua, sin duda allí
sin problemas y aquí siempre en situación de sequía crónica, etc. etc. No
queremos ni pensar cómo se justificará la existencia del parque, o qué pensarán
los vecinos en el momento en que se declare una mancomunidad o zona en
situación de sequía, se restringa el agua para los vecinos, y a pocos metros de
ellos vean un lago en el que navegan barcos, o un arroyo corriendo agua,
procedente del suministro de agua potable para consumo humano. Sobre todo,
cuando las mancomunidades del Torcón o el Río Guajaraz, ya han advertido en sus
alegaciones sobre este punto. Es más, incluso aunque se les corte el agua, en
base a las prioridades en el consumo de agua en caso de sequía, habría que
tener en cuenta que el gasto del agua realizado para llenar charcos y regar
árboles habrá influido en adelantar el corte a la población, pero es que
gracias a los varios depósitos de almacenamiento de agua que tendría, aunque
les corten el agua, dispondrán todavía
de un tiempo para seguir abiertos, mientras el resto de mortales nos duchamos
con agua embotellada.
No se trata de
que el parque sea muy bonito, se trata, de que en España, ese negocio es
incompatible legalmente, que es un abuso de los recursos hídricos, y en
términos de puestos de trabajo, es ahondar un poco más en los problemas
existentes.
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