Noche de estrellas, constelaciones y planetas


Más de sesenta personas nos juntamos ayer en la actividad que propuso el movimiento “Queremos saber la verdad del Puy du Fou” de observación de estrellas, planetas y constelaciones, en la finca Zurraquín, para la que contamos con dos monitores voluntarios de Ecologistas en Acción Toledo, Manolo y Emilio, astrónomos aficionados que, con su equipo de telescopios y explicaciones, nos hicieron pasar una magnífica noche, en un entorno inigualable.


Hacia las 21:00 horas empezamos a llegar los asistentes, al inicio del camino público de Corral Rubio a Argés (camino que se privatizará si el proyecto del Puy du Fou sale adelante), justo en la esquina de donde se pretende construir el parque de ocio. Después de una breve explicación por parte de un miembro del movimiento, sobre en qué iba a consistir la actividad, y algunas medidas básicas que había a tomar, como no abandonar el camino público, no dejar ningún resto de basura, y no  fumar, para evitar incendios forestales, ya que nos encontramos en plena época riesgo alto de incendios (¡madre mía, y ellos pretenden hacer aquí fuegos artificiales, cuando existe una ley que lo impide!), nos dirigimos, a pie, por el camino, unos pocos metros hasta un lugar más amplio y elevado, donde existe una visión privilegiada del Valle del Guajaraz, y de los Montes de Toledo.

En pocos minutos, el grupo, compuesto por personas desde de 2 años, hasta mayores de 80, llegamos hasta el lugar donde los astrónomos estaban preparando los equipos, cuando todavía había bastante luz. Nos encontramos en pleno corazón de la zona especialmente protegida, en su momento, por el Ayuntamiento de Toledo y la Junta de Comunidades, como Paisaje Agrario Tradicional. La administración, embarcada en una feroz urbanización de todo el territorio toledano, de los terrenos más valiosos de la ciudad, muchos de ellos protegidos previamente como medida de preservación de la ciudad histórica,  de lo que se aprovechan sólo unos cuantos en detrimento de la mayoría de la ciudadanía, pensaron que deberían dejar algunas migajas, para que no se les pudiera tildar de especuladores sin escrúpulos, y decidieron proteger los terrenos ubicados al sur y oeste de la CM-40, según dijeron “para protegerlos del proceso urbanizador ”. Así, estos terrenos quedaron declarados con protección “ambiental” en las zonas de ríos y arroyos, “forestal”, en las zonas al oeste, por la masa arbórea, y protección “paisajística”, en la zona en la que nos encontrábamos para la observación de estrellas. Esta protección fue definida por sus valores de paisaje agrario tradicional, en mosaico, con zonas cultivadas de secano, con parcelas de almendros y olivos, y pequeñas manchas de encinas, restos de una antigua dehesa ganadera, y muy poco habitados. Se quiera o no, esos son los valores que se protegieron en su momento, y según la legislación actual, y las sentencias judiciales existentes, son protecciones que no pueden ser revertidas.

Desde nuestra posición, orientados hacia el sur, podemos ver perfectamente los Montes de Toledo, y el pie de monte que desciende ligeramente por todo este macizo antiguo, hasta el escarpe de falla que a nuestras espaldas desciende bruscamente hasta el fondo del valle del Tajo. Ríos y arroyos han hecho su trabajo a lo largo de milenios, cortando y horadando ese macizo cristalino con cauces que se dirigen hacia el oeste, a desembocar al Tajo. El camino de la izquierda desciende suavemente hasta la casa de la finca de Zurraquín. Al fondo, se intuye el río Guajaraz, donde la masa vegetal se hace más espesa gracias a la humedad. Justo de frente, a la derecha, en la zona de protección ambiental y forestal se ve el Arroyo de la Cierva, donde la empresa quiere instalar dos enormes auditorios o anfiteatros, con capacidad para miles de personas, y torres técnicas de más de 20 metros de altura, según ellos perfectamente compatibles con la protección del paisaje (¡vaya cara!). Uno de los anfiteatros, en la zona mejor conservada ambientalmente, en un entorno denso de encinas y enebros, mirando al fondo del valle, el otro, inmediatamente al lado y de mayores dimensiones, mirando hacia el norte, y el lago que piensan construir y llenarlo con agua potable. ¡En fin!

Poco a poco fue decayendo la luz, y los astrónomos nos empezaron a explicar los cuerpos celestes que iban apareciendo en el cielo, primero los más brillantes, los planetas, Júpiter y tres de sus lunas, Venus, Saturno con sus anillos, y por el este el planeta rojo, Marte. Las estrellas después. Primero las más brillantes, y después fueron haciéndose visibles las constelaciones de que formaban parte. La Vía Láctea casi puede tocarse, Sagitario y Escorpio, Vega, en la constelación de Lira. Sobre nuestras cabezas la constelación del cisne. Altair más hacia el sur. Antares, en el aguijón del escorpión. Estrellas que parecen únicas a simple vista se desdoblan en dos mágicamente ante las indicaciones de los expertos. ¡Fantástico! Sorprende a nuestras espaldas el gran foco de contaminación lumínica producida por Toledo y Madrid. Una vez acostumbrado el ojo a la oscuridad, en una noche sin luna, la luz de esa cúpula de fuego, a pesar de estar protegidos por la pequeña elevación existente a nuestras espaldas, se hace muy evidente. Al fondo la iluminación de los pequeños pueblos es ridícula frente a la de la gran ciudad, síntoma de la ineficiencia energética que hace que gran parte de ésta se proyecte hacia el espacio en lugar de cumplir su función de iluminar nuestras calles. La ubicación de la finca de Zurraquín hace que sea uno de los mejores lugares del término municipal de Toledo para ver estrellas. Tal vez debería existir una protección de contaminación lumínica para este lugar, aunque dado el respeto que tienen nuestras autoridades por las protecciones que ellos mismos crean, puede que tampoco sirva para nada, si pueden decidir, en cualquier momento, que un terreno, tenga las protecciones que tenga, es sacrificable en pro de lo que ellos llaman progreso y creación de empleo y riqueza, y nosotros denominamos precariedad laboral, destrucción del medio ambiente natural necesario para el bienestar del ciudadano y su calidad de vida, e incertidumbre innecesaria para el futuro de nuestra ciudad histórica.

Ver una estrella fugaz es cuestión de suerte. Sólo un giro leve de la mirada y se pierde. Unos vimos 3 ó 4, otros hasta 7, y otros alguna más. Aunque las perseidas se reservaban para los observadores más persistentes y que aguantaron hasta altas horas de la madrugada, en las horas que estuvimos allí en total se contabilizaron cerca de 30 bólidos. Sobre  nuestras cabezas aviones, algún satélite, o al sur, cerca de la línea del horizonte la estación espacial internacional. Todo en el cielo es movimiento y eterno, menos nuestras creaciones, efímeras. Cuando nosotros no estemos, cualquier persona podrá mirar hacia el cielo, y siguiendo la línea que marca el carro, encontrar la estrella polar. Como nosotros, que aún sin necesidad, pues no estábamos perdidos, la seguíamos ahora en nuestra vuelta al Norte, a nuestras casas, con la ilusión de que cada vez que volvamos a este lugar podamos ver las estrellas tan nítidas como hoy, y no las estrellas artificiales de las explosiones de los focos de luces, y los fuegos artificiales del Puy du Fou.

Gracias a todos

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